La necesaria independencia financiera de la empresa

La necesaria independencia financiera de la empresa

La necesaria independencia financiera de la empresa

Todos somos conscientes que la situación económica actual no es, precisamente, idílica. Estamos inmersos en una crisis que sin duda pasará a la historia como un punto de inflexión en el que se produjeron grandes cambios en la economía.

Pero hay verdades que nunca cambian. Desde siempre, tanto los libros de texto como la mejor praxis indican que las empresas deben mantener un cierto grado de independencia financiera para poder ser más eficientes.

¿Qué entendemos por independencia financiera?

Con la expresión independencia financiera queremos referirnos a la posibilidad de que la empresa sea capaz de tomar sus decisiones de forma independiente. Sin injerencias de sus proveedores financieros. Por tanto, supone que la financiación empresarial tenga un componente suficiente de fondos propios.

Ese componente suficiente podemos cifrarlo en una capitalización mínima en torno al 40%. Es decir, si la financiación empresarial total, (patrimonio neto y pasivo) es de 100.-€, el patrimonio neto empresarial debe ser como mínimo de 40.- €. Los restantes 60.- pueden ser pasivos (ya sean deuda retribuíble o pasivo espontáneo). Superar ese volumen de endeudamiento supone, sin duda alguna aceptar un riesgo excesivo.

¿Cómo la medimos?

Una medida de la independencia nos la da la ratio de endeudamiento. (Por cierto, según el diccionario de la Real Academa de la Lengua Española, ratio es un término de género femenino. Así que debemos referirnos a “la” ratio, no “al” ratio como a menudo oímos o leemos)

También podemos usar, por ejemplo, la ratio de autonomía financiera, entendida como el cociente entre el No exigible y el exigible. En este caso, nuestro objetivo será, como mínimo, el valor de 0’67.

¿Qué ha ocurrido en los años de bonanza económica?

En los años de bonanza económica, que podríamos alargar hasta la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008, era muy sencillo obtener financiación bancaria. De una forma algo cómica, casi podemos decir que uno iba al banco a pedir un extracto de su cuenta corriente y salía con un préstamo concedido.

Tal facilidad en la obtención de crédito llevó a un abuso de esta fuente de financiación. Parecía que esa financiación no habría que devolverla nunca. Y es que al vencimiento de cualquier operación, su renovación, e incluso ampliación, era algo que se producía casi automáticamente.

Obviamente, tal facilidad en la obtención de financiación llevó a las pymes a un alto índice de endeudamiento. No nos engañemos, las pymes alcanzaban ratios de endeudamiento del 80% con relativa facilidad.

Además, en general, era endeudamiento de mala calidad en el sentido de que se fundamentaba excesivamente en deuda financiera a corto plazo.

Y un alto índice de endeudamiento significa asumir un gran riesgo financiero. ¡Y las pymes no están hechas para asumir riesgos financieros sino riesgos de explotación!.

¿Qué pasa con las decisiones a tomar para la correcta gestión empresarial?

Un elevado endeudamiento lleva a la empresa a tomar decisiones que resuelvan sus conflictos de financiación.

Si la rotación de ventas se reduce, automáticamente aparece un problema de efectivo para atender el pago de las obligaciones financieras. La solución fácil a muy corto plazo es una oferta de grandes descuentos para generar cash y poder atender esa falta “puntual” de tesorería. Si se recuperan las ventas y la rueda vuelve a girar, ningún problema. Pero si el endeudamiento es excesivo, la empresa abandonará sus objetivos de explotación (activos) para solventar los de financiación (pasivos).

Se hace necesario buscar (y encontrar) una mayor financiación con fondos propios para recuperar autonomía financiera. Recuperación que permita mayor independencia en la toma de decisiones de gestión. Es decir, que permita recuperar la atención (el foco) en el objetivo empresarial “real”, la optimización en la gestión de sus activos .

Si además el endeudamiento se fundamenta en el corto plazo entonces se produce una excesiva injerencia del corto plazo en la toma de decisiones empresariales. Un elevado endeudamiento [a corto plazo] lleva a la empresa a tomar decisiones que resuelvan los conflictos del corto plazo, atendiendo en cada momento los vencimientos que van produciéndose. Este enfoque en el muy corto plazo desemboca en una pérdida de la necesaria perspectiva temporal en la toma de decisiones que afectan a la estrategia y desarrollo empresarial.

Frecuentemente significa estar “pendiente de tesorería” olvidando la “generación de beneficio” Ya hemos hablado de que “cash is king”, pero no podemos enfocarnos en la generación de caja como objetivo prioritario ya que eso llevará, ineludiblemente, a la reducción de los márgenes empresariales. Reducción que no es sostenible en el tiempo.

En conclusión, deberíamos dotar a nuestra pyme de una financiación propia suficiente para garantizar su independencia financiera.

Sé que en este momento, con la que está cayendo, puede no parecer el objetivo más adecuado. Sin duda no dotar nuestra pyme de un volumen suficiente de patrimonio neto agravará las consecuencias de la que está cayendo.

Saludos

Raimon

Última revisión: 9 de septiembre de 2011.

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